Ginés Castillo. En algún lugar del otro lado

     ...Y entonces, después de disparar, apagué la cámara. Fue al darle el poco dinero que llevaba encima cuando se levantó y mirándome fijamente a los ojos, echó a correr. Nada me dijo y nada pude preguntarle. Me dejo alli de pie, confundido y desarmado, observando cómo se alejaba y comprendiendo que, como a ella, me pasaba a mí. La realidad nos aplastaba. 

Y me ocurre algunas veces que, inesperadamente, de entre todos los rostros furtivos que encontré en aquella isla, es su mirada primitiva la que siempre viene a mi memoria. 
Aunque nunca supe, ni sabré, su nombre.

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