La banderola de oración se desprendió de la cuerda que llegaba hasta lo más alto de la torre.
-Te apuesto a que la cojo- dijo Rajiv.
-Y yo, te digo que no- repuso el pequeño Hari entre las piernas de su hermano.
La banderola empezó a caer y, antes de que pudiera cogerla, un golpe de viento la volvió a elevar por encima de los tejados. Pankaj sonrió ante la escena y, más aún, al ver la cara de fastidio de Rajiv.
-¡A lo mejor vuela siempre!- exclamó el niño.
-Siempre no puede volar, no digas bobadas- contestó Rajiv mirando para otro lado.
El pequeño busco una respuesta en la mirada de su hermano.
-¿A que si que puede?- Pankaj le sonrió mientras le acariciaba la cabeza.
El viento elevó de nuevo el trozo de tela hasta lo más alto de la torre.
-¿Ves? Te dije que no la cogerías -le dijo de nuevo a Rajiv que fruncia el ceño.
-Solo es un trapo -contestó el otro de mala gana.
La banderola se perdió de vista entre los tejados.
-¿Hasta dónde creeís que llegará? -preguntó Brahma, que no había abierto la boca.
-Ojalá que más que nosotros- susurró siguiéndola con la mirada.
Por un momento, se quedarón en silencio.
-¿Qué haces ahora renacuajo? -exclamó Rajiv molesto, al ver al pequeño arrodillarse y juntar la manos rogando:
Que llegue hasta el mar, que llegue hasta el mar.